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Proteccionismo yankee

Hace ya unas buenas semanas que estalló el Hugogate y muchas dudas han florecido a raíz de este caso. ¿Pero ha sido solamente algo puntual? Personalmente, creo que no, y sé que otras personas están de acuerdo. Al fin y al cabo, los perritos se quejan de que los premios ya no son como antes, o sea, que ya les iba bien tal y como se otorgaban como muy bien comenta Julián Díez en su artículo publicado en CCyberDark. Pero la industria cultural estadounidense va más allá.

Aun así, siguen saliendo noticias acerca de las esperadas novedades editoriales sobre el género, y resulta que muy mayoritariamente son de autores anglosajones. Lo cierto es que Estados Unidos tiene una política muy dura de protección para su industria cultural siendo casi imposible llevar una obra a esas tierras, y el reciente caso de los premios Hugo es una expresión más de esa mentalidad. Un buen ejemplo es la industria del cine, donde películas españolas como Abre los ojos y Rec, entre otras, fueron vueltas a rodar por Hollywood, dando como resultado Vainilla Sky y Quarentine. Lo mismo sucede con otras producciones europeas, como la francesa Taxi, que también se llamó Taxi, o la escandinava Los hombres que no amaban a las mujeres, que también se llamó igual. Puede que la primera sensación que tengamos es que han conseguido convertirse en éxitos y que, al haber actores famosos, dichas obras se consagran; nada más lejos. El resultado de esta maniobra es eclipsar la producción extranjera, con lo que se impide que el público estadounidense conozca, y se pregunté, que se hace más allá de sus fronteras. Y todo esto explica la idea de los cachorritos fascistas: solo los americanos merecen ganar los premios importantes.

Volviendo al mundo de la literatura fantástica, y a dos días del Día del Libro en general y de Sant Jordi en particular, nos encontramos con más de lo mismo. Es cierto que las obras de conocidos autores españoles de carácter costumbrista o histórico se venden bien dentro de nuestras fronteras, pero el aficionado a mi género favorito raramente ojea algo que no sea anglosajón. Aunque es verdad que hay lectores que dicen «no me fio de los autores españoles», lo cierto es que cuesta encontrar la obra autóctona, pero de haberla, la hay, y de buena, también.

Pero evitemos dejarnos llevar por fanatismos, porque de la misma manera que no hay que juzgar un libro por su portada, tampoco hay que juzgarlo por el nombre del autor ni por su origen. Simplemente espero que el Hugogate nos abra un poco más los ojos para ver que no todo lo que es de aquí es malo, ni todo lo de allí es bueno.

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